martes, 2 de octubre de 2012

Phantom Blood novelada. Capítulo 3

Hace ya unos días que Mauro publicó una nueva entrega de su novelización de Phantom Blood. Lamento el retraso, pero las noticias tenían preferencia.
***
En este capítulo asistimos al encuentro que marcará el destino de los Joestar durante generaciones: Jonathan conoce a Dio.

**********

Prohibida la reproducción parcial o total sin autorización por escrito de los  autores. Copyright © 1987 Hirohiko Araki (historia original, personajes), © 2012, Mauro Insaurralde Micelli (adaptación). TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

3

El sonido de cascos golpeando sobre la tierra llamó la atención del malherido Jonathan. Al girar la cabeza pudo ver cómo un carruaje desconocido se aproximaba hacia su hogar. Por un momento logró olvidarse del dolor que le había provocado ser humillado frente a Erina y sólo se limitó a observar con curiosidad de niño la imponente vitalidad de los caballos que frenaban su marcha bruscamente, relinchando estrepitosamente. Esa impresionante muestra de energía animal bastó para hacerlo sentir menos miserable. Se imaginó montado en un brioso corcel, ganando el Grand Prix de las Américas, con una bandana en su cabeza… Llamaría a su corcel Slow Dancer y… Y una maleta golpeó el suelo violentamente, arrancándolo de sus fantasías. Lo siguiente que vio fue a un muchacho rubio que, abandonando el carruaje con exagerada destreza, se dejaba caer junto al equipaje. Jonathan entonces fue testigo de un par de ojos verdes que lo estudiaban con algo que sólo podía ser interpretado como el más visceral de los odios.
Un silencio sumamente incómodo abrazó a los muchachos.
-¿Quién eres?- preguntó al cabo de un rato Jonathan, haciendo un esfuerzo mental sobrehumano como para vencer la parálisis que esos ojos verdes parecían provocarle.
El silencio se prolongó aún más, a tal punto que el joven Joestar llegó a convencerse de que en realidad ninguna palabra había escapado de su boca, que sólo había pensado en hablarle a ese otro, pero que esa suerte de odio invisible se lo había impedido. Intentando no perder la calma, repasó los recovecos de su mente en busca de una respuesta a este enigma. Como si de pronto un engranaje se pusiera en movimiento, recordó algo que le había dicho su padre esa misma mañana. Alguien vendría a vivir con ellos… alguien importante para su padre… un tal…
-Dio Brando- dijo Jonathan; era el chico cuyo padre había salvado la vida del señor Joestar; el joven cuyo padre había muerto; el joven a quien el padre de Jonathan había adoptado-. ¡Así que tú eres Dio Brando!
-Así que tú eres Jonathan Joestar- dijo Dio, suavizando la expresión de su rostro con una sonrisa; mas sin dejar de lado esa terrible mirada.
-Todos aquí me llaman Jojo- señaló el joven Joestar un poco más animado, apelando a su natural cortesía inglesa.
Dio iba a decir algo, pero unos ladridos lo interrumpieron. El muchacho rubio se volvió y vio venir a un inmenso gran danés arlequín que se precipitaba a toda carrera hacia el tal “Jojo”.
-Ese de ahí es mi perro- explicó Jojo con cierto orgullo-. ¡Se llama Danny, es muy inteligente! ¡Tranquilo, no muerde! ¡Y se acostumbrará a ti!
El perro, quizá interpretando aquella conversación que lo aludía, cambió el rumbo de su trayectoria, dirigiéndose ahora hacia el recién llegado, moviendo la cola y con la lengua afuera.
Dio contempló al animal con sumo desprecio. Cuando lo tuvo a una distancia propicia, el muchacho rubio le acertó una violenta patada en la cabeza del animal. La fuerza del golpe fue tal, que el animal salió volando por los aires. Al momento de la acción, una sonrisa perversa se dibujó en los labios del joven Brando.
Entre la sorpresa y la rabia, el rostro del joven Jojo se deformó visiblemente. Cuando el cuerpo del perro golpeó pesadamente contra el suelo, la rabia sobrepasó a la sorpresa.
-¡¿Qué haces?!- exclamó Jojo hecho una furia-. ¡Te has pasado!
“Este pelmazo pomposo es el único heredero de la fortuna de los Joestar”- pensó Dio, asumiendo una actitud amenazante, demostrando una postura típica de los pugilistas-. “Debo destruirlo mentalmente hasta volverlo loco. ¡Pronto todo lo de los Joestar será mío!”
Y mientras la cabeza de Dio elucubraba futuros terrores, los ojos de Jojo volvían a mirar al lastimado Danny, dejando crecer su ira sin control alguno.
-¡Maldito infeliz!- gritó Jojo, levantando a su vez los puños-. ¡Te voy a…!
-¡Jonathan!- interrumpió una firme voz masculina.
Ambos muchachos se volvieron para ver a quien gritaba. Un hombre alto, corpulento, atractivo y de bigote prolijo los estaba contemplando con expresión severa.
-¡Papá!-. Jojo pareció apenarse, bajando la cabeza y ocultando los puños detrás de la espalda.
“Así que este es el dueño de todo”- pensó Dio, fingiendo cierta sumisión; guardando un silencio prudencial-. “Maldito viejo. Tú y tu hijo pronto caerán ante el poder del gran Dio Brando.”

*************

Continuará...



No hay comentarios:

Publicar un comentario